CAMARADAS
Si bien es cierto que vivimos en Venezuela una de lucha política intensa, también debemos estar claros que no se trata de una mera fricción ideológica, donde la armonía, la integridad y la lógica están ligeramente trastocadas. La cuestión pudiera ir más allá de esa apreciación, que reduce el hecho político a una lucha formal de dos visiones, cuyas miradas sólo tienen retinas diferentes para ver la realidad. Precisamente, la verdad soslayada y ecléctica distorsiona el panorama que se va enrareciendo a medida que aumenta la manipulación por parte de los sectores de la derecha.
A partir de ese comportamiento manifiesto de esa tendencia, seria pertinente preguntarse: ¿Hacia dónde marcha la derecha? En primer lugar, debemos decir claramente que la derecha venezolana no es inmutable, ni tampoco sufrieron una metamorfosis en su estructura ósea, sino que son los mismos huesos roídos por la maldad que arrastran las cadenas del odio visceral. Así llegaron a la Asamblea, y apenas pisaron suelo legislativo, se sintieron libres y de inmediato comenzaron el juego macabro de la arbitrariedad, convirtiéndose desde ya en los forjadores de su propia destrucción.
En su afán perverso de querer aniquilar al chavismo, la derecha venezolana va socavando su propia tumba, porque desde diferentes rincones surgen voces silenciosas, que comentan que esos pasos dados por los grupos opositores, ofrece el rostro desfigurado de unos tipos que pareciera que vienen del más allá. Pero no, son los mismos adecos y copeyanos disfrazados de Primero Justicia y Voluntad Popular, los mismos fantasmas de la Cuarta República y representantes del viejo Estado, que han vuelto para chuparle la sangre a la revolución bolivariana y borrar cualquier vestigio del legado chavista y del proyecto del socialismo. EDUARDO MARAPACUTO